domingo, 20 de septiembre de 2009

MEMORIAS 9



CAMINO DE SUIZA
Para aquellos años del 70, todos teníamos la idea de marchar al extranjero a encontrar un trabajo que fuera mas pagado y más fijo que en nuestra querida tierra. Yo después de cumplir la mili, fui a trabajar a la Coruña de peón de albañil, mucho trabajo y poco dinero, la primera empresa era un pequeño empresario que cogía trabajos a otras empresas, y nosotros la hacíamos a destajo. Este trabajo duro unos meses, yo gastaba mas que cobraba, todos los Viernes por la tarde marchaba junto a mi novia para Ribeira. A los pocos meses decidí coger un trabajo en esta villa, donde seria también en la construcción.
A los pocos días de encontrarme en este pueblo de Ribeira, estuve hablando con un conocido que trabajáramos juntos en la draga Prudencia, y el después de decirme que tenían poco trabajo, donde podrían hacerme un pequeño favor entrando a trabajar con ellos, pero sin contracto. José Dopazo compañero de la draga, me propuso vivir en su casa y también comer, pagando un poco que el mismo sacaba de mi sueldo semanal. Para mí esto era las mil y una, después de tener trabajo, estaba junto a mi novia Julita. En el mes de marzo, hable con un primo mío que estaba en Suiza, Jesús Varela, se sería posible hacerme un contracto de trabajo en Suiza, el me contesto que el trabajo estaba bastante mal pero que miraría. Yo continué trabajando en Ribeira. Un día estábamos en el cine, y Julita me preguntaba si era cierto que quería marcharme para Suiza, yo un poco nervioso le contesté que sí, ella se puso pensativa y mirando hacía el suelo, sin contestar a mis palabras. Julita por que no contestas, ¿ no quieres que marche?. Ella continuaba sin decir nada. Entre suspiros y algunas lagrima contestó, ¿tu sabes que si marchas para Suiza, todo se termina entre tu y yo?. Le seguía diciendo, que yo aunque marchase, la seguiría queriendo, que estaría en contacto con ella por medio del teléfono, y cada seis meses estaría con ella, pero nada. Yo le seguía diciendo, mira cariño aquí se gana muy poco, y para hacer lo que tenemos decidido, hace falta mucho dinero, ella seguía callada, sin mirarme, y cuando quería decir algo, solo me decía que hiciera lo que yo quisiera. Algunas veces me ponía nervioso y le contestaba de una forma que nunca hiciera. Al terminar la película fuimos a bailar a la sala de baile, ella parecía que ya todo pasara, hablaba con sus amigas y amigos, yo también estaba muy contento, al ver que ella se encontraba feliz. Al terminar el baile la acompañé a su casa, ella se resistía a que yo la besara, donde nunca hiciera tal gesto, yo también no quería que ella sufriera y la dejaba. Le dije hasta viernes, y marche escaleras abajo. El lunes a la mañana cogí el autocar que va a Santiago, y de Santiago a Corme. El viernes por la mañana sobre las 11, volvía a estar en Ribeira, ella trabajaba hasta la una de la tarde, la estuve esperando a la salida del trabajo, le di un beso y ella me lo ofreció, parecía que todo estaba olvidado, pasamos el fin de semana sin novedad, solo cuando marche para casa ella me pregunto cuando me marchaba para Suiza, yo le contestaba que no sabia cuando, a lo mejor no me llamaban, las ganas también me estaban marchando de mi mente.
Ya todo parecía que todo estaba en su sitio cuando un día del mes de Marzo me llega una carta de Suso donde en ella me dice que los contractos llegarían a finales de junio, el mío y los otros de la aldea de Corme. Yo en aquel momento me quedé contento, después de pasar un rato fui pensando y recordando lo de mi novia, ella no estaría tan contenta con la noticia.
Pasaron unos días y cuando volví a Ribeira, ella solo al verme ya le parecía que algo tenía que decirle, casi no tenía fuerzas para decirle que dentro de unos meses marcharía para Lausana Suiza.
Pasaron unos días cerca de un mes, y no sé como cogí fuerzas para decirle que a mediados de Junio marchaba. Yo pensaba que se pondría triste con la noticia pero no, ni siquiera una lagrima como lo hacía más de la veces, ella solo me contestó ¿tu sabrás lo que haces?. Aquellas semanas pasaron un poco al rojo vivo.
Sobre el 15 de junio de 1.970, cogíamos el tren, yo mi padre y algunos de mi pueblo Corme. Pasamos toda la noche en el tren hasta llegar a la estación de Irun, allí estuvimos todo el día esperando el tren que nos llevaría a Ginebra, en esta estación, a sido mi primera experiencia sobre lo que era la emigración, cientos de emigrantes por el suelo, unos durmiendo otros comiendo, parecía un campo de batalla. Todos teníamos unas caras de sueño y llenas de mierda que mismo apreciamos escapados de una terrible sequía. Los lavabos no tenían agua, los retretes sin papel. Los pasillos y sala de espera parecían campos de batalla, unos que trataban de dormir en el suelo, otros en los bancos de la estación cansados del viaje esperábamos la salida, la mayoría de estos eran Portugueses, desde unos viejos de sesenta o más a niños de dos, aquello era una gran miseria.
Sobre las seis de la tarde, cogía el tren vía de Suiza, los comportamientos de los vagones llenos y mismo los pasillos.
A las siete de la mañana llegamos a la estación de Ginebra. Maletas, mas maletas empujones, severos controles en la aduana de Suiza, nada de traer jamones, chorizos, carne de cerdo ni ninguna botella de brandy. Si alguien traía algo de esto, la policía ponía una multa y mismo la comida sería metida en un grande bidón que ellos decían que todo aquello sería quemado, yo creo que las botellas de licores y de vino no pasarían por tales calenturas, solo les darían calenturas a quien las bebieran.
Después de pasar la aduana, somos conducidos como un rebaño de ovejas detrás de un o mas policías, sobre unos dos mil metros a pie y no dijeras nada, ni dar las gracias por algo que tu creías bien hecho, nada de nada. Mi primero contacto con estos pastores de rebaño mismo al salir del anden de Francia para pasar la frontera, estábamos pasando por el túnel que ellos hacían para pasar, y cuando estaba por el medio un policía dijo de mas de prisa, y no sé como dije merci y ellos lo cogieron a su manera, vienen junto de mi y me dicen que les acompañe, me llevaron a las oficinas de emigración, diciendo que les molestara y que pedían que fuera otra vez para España, yo no les comprendía lo que me decían ni ellos sabían nada de Español, pedí alguien que hablase Español para decirle, que solo le dije gracias por los gestos y su amabilidad que tenían hacia nosotros. A los pocos minutos llega una señora, yo estaba aun con las lagrimas en los ojos, la señora me pregunto que es lo que me había pasado y yo le dije la verdad, como aquel policía las había cogido con migo por nada, ella estaba del lado del policía, me decía que si no queríamos trabajar en su país que no fuéramos, mis compañeros estaban esperando al otro lado de la frontera, algunos de ellos, otros ni se enteraron, ya estaba pensando en volver para tras cuando me dijeron que tenía que pagar una multa, que nunca llegue a pagarla ya que no llego a mi casa nada. Pasé la frontera, osea al lado de los andenes del lado Suizo, por que todo queda en la misma estación de Ginebra. Fuimos conducidos a unos barracones para hacernos la revista médica. Otra vez, colas de doscientos metros de longitud. Si hemos llegado a las nueve a la cola, la revista la hacemos al medio día. Después esperar por el resultado, unos para casa de vuelta, y los otros serían marcados para poder trabajar en el país de los banqueros.
El cachondeo del hombre perdido comienza. Sobre las tres de la tarde, yo y mis vecinos cogíamos el tren de Ginebra a Lausana. Cuando ya pensábamos que habíamos llegado a nuestro destino, donde estuvimos todo el trayecto de pie para no pasarnos de Lausana, y ya pensando que ya pasáramos, en la próxima estación desembarcamos del tren en Renens, preguntamos en la estación por Lausana, y los viajeros nos dijeron que estaba a unos ocho kilómetros, volvimos a coger el tren de cercanías para llegar a Lausana, y la noche ya estaba a nuestros pies. Nuestra dirección estaba para llegar a Lausana pero exactamente teníamos que ir a Echandens, volvimos a preguntar por las barracas de la empresa Gabella y nos dijeron que teníamos que retroceder asta Echandens y después coger el tren a Ecublens que a dos kilómetros estaban las barracas. Los nombres eran perecido, y cuando llegamos a Renens bajamos ya que conocíamos la estación pensando que estábamos ya cerca, cogimos las maletas y nos pusimos al camino mas de noche que de día, después de caminar y caminar cargados en estos ocho kilómetros que fueron por no conocer, nosotros teníamos que coger el tren de Lausana a Bussigny y después las barracas estarían a unos mil metros de la estación de Bussigny. Por el camino nos perdimos mas de cuatro veces, cuando llegamos a las barracas serian las nueve de la noche.
Al llegar a nuestro domicilio, fuimos recibidos por el conserje como si fuera un rebaño de ovejas perdido, solo falto que el perro guardián nos mordiera en las piernas. Fuimos conducidos por este señor, que de señor tenía poco, mas bien sargento de la legión, sus palabras daban mas a un sin vergüenza que a un señor. Ya en nuestra casa fuimos alojados en nuestras habitaciones. El conserje nos decía, que si perdéis esto multa, si deja esto también, si no hacéis os echo fuera. Nosotros cansados como bestias, como pudimos nos tiramos en la cama esperando el próximo día.
Al día siguiente, fuimos todos en una camioneta descubierta de la empresa a la oficina, el ganado había llegado a su destino marcado y con número para su explotación, enviado por los que comen a cuenta de este medio de exportación humana a otras naciones, que también buena falta le hace el puesto de trabajo en fabricas y en el campo, también mas puestos de trabajo en la marina mercante que hoy en vez de crearlos desguazan los barcos.
El lunes próximo tenía que empezar el trabajo en una obra, donde estaban haciendo un edificio de siete pisos y cuatro escaleras.
El sábado fui hacer las compras a Renens, pero ya estaba mas orientado, cogí el tren en Bussigny hasta Renens, hice la compra en el migros. Siempre cargado, llegue a la barraca al medio día, hice la comida y después me tire en la cama, que para quedarme dormido las pase, ya que el piso es de madera y al pisar pues se hace mucho ruido aunque bayas despacio. Quede dormido con el tiempo, cuando desperté serian las seis de la tarde, ya seria hora de comer algo. Arranche la cocina y me puse a ver la tele, que ya tenían tele los Italianos, pero en común con todos los que quisieran verla. Los Italianos estaban separados de los demás por una división, osea a una parte, los Italianos, y en la otra los Españoles. El conserje tiene una pequeña cantina en su barraca donde aun no pude visitarla ya que los francos están en los bancos. El Domingo me levanté sobre las nueve de la mañana me aliste un poco y salí a recorrer un poco el pueblo de Echandens, donde me gusto mucho, parecía que estaba en Galicia, todo verde solo el paisaje era diferente, allí no tenían pinos ni tojos, todo estaba mas cuidado en una simple aldea como era Echandens tenía sus jardines bien arreglados, sus casas bien pintadas, sus calles prometían ser una pequeña ciudad, con cuatro bares y un hotel, un albergue para los caminantes, estación de ferrocarril, oficina de los emigrantes y su policía, correos y telégrafos, el ayuntamiento, sus cuatro granjas de vacuno con sus tierras a los alrededores, solo carecía del asunto de un centro de salud y mismo de médicos privados. Los médicos privados estaban en Bussigny y Renens con sus clínicas, en el de Bussigny estaban dos médicos y una enfermera, en Renens ya era una pequeña clínica, pero privada, los médicos atendían también a los asegurados como médicos de cabecera, para cosas más graves tendríamos que ir a Lausanne. Después de recorrer el pueblo baje a las barracas hice la comida y después me puse a descansar unas horas, cuando ya la tarde venía acercándose me levanté y me puse a preparar las cosas para el Lunes que comenzaría a trabajar.

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