jueves, 8 de octubre de 2009

MEMORIAS 10


MI PRIMER DIA DE TRABAJO EN SUIZA

El Lunes a la mañana en un camión con un toldo de lona y bastante refrigerado me llevaron al trabajo, que como dije antes sería en una obra que estaban haciendo un edificio. Pase todo el día cavando y paleando para hacer una fosa, para un pilar que sería para hacer un pequeño refugio que quedaría bajo tierra. A las cinco y media salí del trabajo, pasando por la migros de Ecublens para hacer las compras de la comida de media semana, mas o menos. Después de estar trabajando todo el día, tenía que ir a pie unos tres kilómetros, aun no conocía el camino bien ni el trayecto del tren desde Ecublens a Bussigny que pronto lo aprendí. Llegue cansado, y las piernas las tenía deshechas de caminar y trabajar todo el día, nada más llegar, hacer la cena y comida para el día próximo, la cena quedaría toda en el plato. Fui a dormir, que poco dormiría, la causa sería los ronquidos y paseos por los corredores de la vivienda, que parecía que estaba pasando un terremoto cercano. Al pasar la primera semana, ya fui acogiéndome a los quehaceres de la vida de un emigrante más, en estas tierras Helvéticas.
En mis cartas, contaba todo a Julita de la vida que llevaba en Suiza, y por veces aun no contaba todo, que a mí mismo me parecía mentira de la esclavitud que pasábamos todos los recién llegados, solo si le contaba y le recordaba de los buenos momentos que pasábamos juntos. Y así pasaron los meses, dentro unos mejores y otros peores, yo solo esperaba poder llegar a mi tierra y abrazar a mis queridos padres, hermana y novia.
Las viviendas las compartíamos en unos ciento cincuenta trabajadores, Españoles, Italianos, Portugueses, Yugoslavos y algunos Suizos de estos pocos solo algún viejo sin familia o dejados a su suerte. Esto en vez de una vivienda parecía la torre de babel en que en una casa tuviéramos mas de diez idiomas y todos nos entendíamos cuando necesitábamos algo, lo demás cada uno con la suya. Cada cocina tenía ocho hornillos o placas, en un total de sesenta y cuatro para estas ciento y pico de bocas, o sea uno para dos, cuando el que llegaba primero, terminaba a las nueve, el segundo terminaría de hacer la comida a las once o medía noche, donde algunas veces cuando el conserje le salía de las narices de cortar la corriente a las diez de la noche, todos los del segundo turno, teníamos que pasar sin cenar o comer conservas. Yo nunca conocí ningún campo de concentración por momento, pero según leí en algunos libros, o mismo alguna persona me contase, esto se parecía, solo lo bueno que teníamos sería el puesto de trabajo que en España no teníamos.
A paso de los meses fui acostumbrándome a los dichos y hechos de los Helvéticos, de una obra a otra, del pico a la pala, del frío al calor, solo esperaba día tras día carta de Julita, que por medio de ellas contábamos nuestras aventuras, las de ella eran pocas, las mías ninguna, solo esclavitud y miseria en medio de las cuatro tablas de la barraca, por mi parte, y la de ella aunque un poco mas decente, pero sería también la esclava del salazón, en una fabrica de secaderos de bacalao, también enfrentada a los ricos patrones de su pueblo, y mismo también enfrentada a una familia sin recursos económicos, todo cuanto ganaba no llegaba a fin de mes, en casa solo trabajaba ella y su hermana, las dos en la misma fabrica, después convivían con su abuela y su tío hijo de esta. Tanto Julita, como Pepita su hermana, han quedado huérfanas muy jóvenes aun niñas.
El verano pasó, pusimos frente otra vez al mal tiempo, desde las lluvias a los temporales, la nieve comienza a caer, las hojas de los árboles del color verde pasan al castaño, los barrenderos se enfrentan a los ejércitos formados por montones de hojas caídas de los árboles. El otoño pasa y el mes de Diciembre cae, solo faltan unos días para que los temporeros y un de ellos soy yo, tengamos que hacer las maletas, sacar el billete del tren y decir hasta pronto a nuestros compañeros de permiso anual, los que tienen unos pocos más beneficios y apoyo en las leyes Suizas.
Después de dos noches y dos días sobre cincuenta horas, llegamos a la tierra que nos vio nacer A Coruña.

Corme 8 de Octubre 2009 (Luís Suárez)

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