viernes, 29 de enero de 2010

SUIZA


SUIZA

CON LAS MALETAS ACUESTAS



Quisiera decir como una bala, asido mi salida por las fronteras de España, estuve durante años por tierras extrañas, de diferentes lenguajes que se han cruzado en mi camino. Mi juventud ha sido tan diferente a los demás, con falta de estudios, y los buenos platos que faltaron en mi mesa, aunque quisiera cantaros toda la belleza de la tierra, mi talento no llegaría a complacer vuestras mentes de universitarios.
Mi vida ha sido un constante vagar, una continua huida por un camino cuya aridez he ido fertilizando con mis lágrimas.

Este relato que escribo de mi emigración, no esta escrito con el encono dominante y soberbio de un sabio, ni de un pregonero intelectual. Este es un ramillete de cosas escritas para distraer a mis semejantes. Para conseguir tal humilde fin, no habrá menester de azuzar la llama. Demasiado eficiente es la vida y sus designios para que tenga yo que atizar con discursos fútiles.

Sin tratar de responder a ninguna pregunta, sin tratar de preguntarme nada, anotare mi vida en Suiza con humildes palabras. Tengan presente quienes ejercen la profesión de poner en el índice las obras ajenas que no solo los sabios tienen derecho a la palabra, que mas vale no juzgar si no se quiere ser juzgado. Pienso escribir en este diario los acontecimientos que me esperan en Suiza en la forma y orden en que tengan lugar. El lector será libre de juzgar como yo habré sido libre en lo que escriba. Esto es todo, pues ya ves que el telón se ha levantado para mí, y que el tren no tiene espera.

16 de Junio 1970.

Como otros viajeros que no han dado propinas, José y yo pasamos la noche de pie en el pasillo, ante un compartimento con su reservado. Por cierto que los trenes Franceses están coquetamente decorados con paisajes pintorescos. Aunque ciertos funcionarios que pernoctan por esas líneas fronterizas no merecen la medalla olímpica de la hospitalidad.
La noche de tren es monótona y larga. Nuevos viajeros suben al vagón, que nos aportan las sonrisas y la bullanga del nuevo día. Amodorrados, no somos capaces de levantar los parpados cuando pasa una muchacha.
A las nueve llegamos a la estación de Ginebra Cornavin. El aduanero que nos ordena de abrir las maletas, descubre con sus manos aguantadas la botella de coñac o otras que llevas para algunos amigos.
Es un regalo para un amigo que tengo en Lausanne. El aduanero se tira de los guantes. ¿A que vienen ustedes a Suiza ¿ a trabajar, tenga usted el contracto, el policía nos dice de ponernos en la fila dos para el reconocimiento del medico y nos recoge el pasaporte y contrato.

17 de Junio.

Yo y José pasamos el día en Ginebra visitando esta hermosa ciudad, y al mismo tiempo fuimos hacer la revisión medica, aquí nos dimos cuenta de la diferencia de países, para comprar el periódico has de dejar una moneda en un montoncito de plata, si esto pasa en nuestro país, no queda ni el plato.
Ven vamos al lago. Observa José mira esas señoras que sombreros tan preciosos llevan en esta mañana soleada. Y los perros, que collares lucen tan bonitos.

Pasamos por el puente que esta lleno de banderas de todas las naciones, junto al lago, y hoy que hace un poco de viento, las banderas se distinguen unas de las otras, también esta la Española.
En los jardines los niños le dan de comer a las ardillas y pájaros. Las ardillas las cogen cariñosamente de sus manos ¿ves? Que juguetonas son. Siguiendo su instinto, van a esconderlas en la hierba. ¿Aceptarían un trozo de nuestro pan? ¡Ah! ¿Quién ha creado todo esto? ¿El amor de Dios o el amor del hombre?........


Corme 29 de Enero 210 (Luis Suárez)

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